Si no se crea ciencia, no hay innovación de verdad. Pero si esa invención no es protegida con el derecho de propiedad industrial, será complicado explotarla comercialmente. Por eso, la cantidad de patentes que tramita un país refleja no solo de su capacidad de investigación científica, sino también de la competitividad de su economía.
Los datos en España revelan que esa secuencia (innovar-patentar-vender) no siempre se cumple. Mientras que las solicitudes de registro de marcas han incrementado un 7,9% en la primera mitad del año en comparación con el mismo periodo de 2012, las de patentes han caído un 7,1%, según un informe de la consultora Pons basado en estadísticas de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM)
Con este resultado, las primeras acumulan un repunte del 8,6% en los dos últimos años, mientras que las segundas añaden un descenso del 12% en el mismo período.
Registrar una marca es relativamente fácil y rápido (si no hay problemas todo el proceso puede tardar entre 3 y 6 meses), por lo que su aumento sugiere que la economía comienza a reanimarse.
Hacerse con una patente, en cambio, puede tomar entre dos y tres años. Lo persistente de su caída tiene causas más profundas.
“Nuestro tejido empresarial nunca ha tenido tendencia patentar. Lo demuestra el hecho de que siempre estamos fuera del ranking de los 10 países del mundo que más protegen sus invenciones”, afirma Nuria Marcos, directora general de Pons Patentes y Marcas.
En efecto, el año pasado España se alzó en el puesto 15o en la clasificación global de patentes PCT (aquellas que tienen efecto internacional), con 1.673 solicitudes, menos del 1% del total, de acuerdo a un informe de la Online Business School (OBS) publicado en junio pasado.
Estados Unidos lideró la lista con 57.036, seguido de Japón (43.911), China (21.512) y Alemania (17.942).
“Esta falta de conciencia respecto a la propiedad industrial se debe, en nuestra opinión, a que las compañías no creen que las patentes aporten a su negocio una diferencia competitiva relevante y, sin embargo, sí les exige un esfuerzo económico”, precisa Marcos.
Juan Martínez Armesto, experto de la unidad de protección de resultados del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), destaca que las marcas siempre van por delante de las patentes porque su trámite es más rápido y sencillo, ya que requieren menos innovación. “Basta con que a alguien se le ocurra un nombre original”, matiza.
“La patente, en cambio, protege un método de fabricación o el funcionamiento de un dispositivo. En una sociedad como la nuestra, que se ha subido tarde al tren de la innovación, es lógico que registrar un derecho de este tipo cueste más”, afirma.
Esta situación se ha visto agravada en los últimos años por la disminución de las subvenciones a la I+D, ya que en España, gran parte de las patentes son presentadas por universidades y organismos públicos de investigación.
Fuente: cincodias